Las organizaciones resilientes son aquellas capaces de aprender de la adversidad y salir fortalecidas, son las que corren con más ventajas a la hora de afrontar las crisis. Para ello debemos fomentar organizaciones que sean saludables, es decir, las organizaciones pueden convertirse en inteligentes, innovadoras, vivas, imaginativas y adaptativas a los cambios futuros. Para generar organizaciones sanas hay que tener en cuenta cuatro dimensiones básicas que son:
- Factores ambientales
- Salud física
- Salud mental
- Salud social
Bennet, Cook y Pelletier (2002) han descrito cómo son las organizaciones saludables (Healthy organizations). Estas organizaciones tienen las siguientes características:
- Tienen en cuenta dimensiones múltiples del bienestar de sus empleados (bienestar físico, social, emocional, etc.)
- Consideran múltiples niveles de salud, esto es, nivel individual, grupal y a través de la organización en su conjunto.
- Se comprometen en un seguimiento continuo de la salud a lo largo del tiempo (Health monitoring)
- Se esfuerzan en proveer programas y políticas que incrementen el bienestar de sus empleados.
- Mantienen la congruencia a dos niveles:
- Entre la organización y su ambiente externo
- Entre los componentes internos de la organización (por ejemplo, comunicación interna).
- Y son conscientes de las tensiones implicadas en mantener niveles óptimos de salud (por ejemplo, servicio al cliente).
Estas organizaciones “sanas” son capaces de satisfacer distintas necesidades de los empleados, tales como la necesidad de afecto, de reconocimiento, de estima, de pertenencia. Una organización sana puede definirse como “aquella que tiene muy clara su tarea primaria y es capaz de entender primero y de encauzar después las emociones que la desvían de esa tarea, y sobre todo, será y estará muy sana aquella que, además, estimule emociones positivas que le van a permitir conseguir esa tarea primaria” (Herreros, 1999).
Un concepto similar es el de organizaciones que aprenden (Learning organizations). Son organizaciones que van adquiriendo gradualmente sus propias competencias, que van aprendiendo de sus propias experiencias (Mintzber, Ahlstrand y Lampel, 1998). Estas organizaciones van creando su propio estilo de aprendizaje que es difícil de copiar por la competencia y que es una característica importante para su propia supervivencia en el mercado.
Las organizaciones sanas y que aprenden saben sacar lo mejor de sus empleados (De Geus, 1997), utilizan mejor la capacidad mental, el conocimiento y eso lo hacen durante años. Además, gestionan el aprendizaje anticipándose a los cambios en lugar de abordarlos cuando llega una crisis (Argyris, 1993; Senge, 1990). Tal y como señala Esperra (1999) “las empresas inteligentes están pensadas y organizadas de forma que no dejan escapar los conocimientos ni las experiencias, todo se aprovecha. Las empresas inteligentes son las que saben reír, soñar, expresar conocimientos, apasionarse, comprometerse con el trabajo cotidiano y gestionar bien su capital intelectual. Y no olvidar que cada persona es un potencial de conocimiento y aprendizaje”.
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