Mes: abril 2014
Intención en Mindfulness
Mindfulness se ha definido como:
- “Es la consciencia que emerge a través de poner atención intencional, en el momento presente de manera no condenatoria, del flujo de la experiencia momento a momento” (Kabat-Zinn, 2003).
- “Es el mantenimiento de una consciencia viva a la realidad del momento presente” (Hanh, 1976).
- “Es el mantenimiento de una atención completa a la experiencia momento a momento” (Marlatt y Kristeller, 1999).
- “Es la acción de desarrollar y mantener un determinado tipo de atención especial a la experiencia presente, momento a momento, con una actitud de aceptación radical, libre de todo control y juicios de valor” (Mañas, 2007).
Como señala Germer (2004), y como se recoge en las anteriores definiciones, siempre hay una intención directa de centrarse en algo, y de volver a ello si por algún motivo se ha alejado, durante la práctica de Mindfulness.
Este carácter intencional es necesario porque necesitamos dirigir nuestra atención a un objeto, normalmente se utilizan la respiración, el cuerpo, o bien, algún mantra. Estos objetos nos ayudan a estabilizar nuestra atención e incluso a incrementar o potenciar su intensidad. Cuando logramos mantener nuestra atención focalizada desarrollamos la habilidad de permanecer ecuánimes ante cualquier experiencia o sensación que se presente, independientemente de que sea agradable o desagradable. Esto favorece la desidentificación de nuestros propios pensamientos o sentimientos, manteniéndonos atentos a lo que surja con aceptación plena.
Pero, ¿qué puede presentarse? Daniel Siegel (2007) distingue ocho posibles objetos de observación:
- La información procedente del mundo exterior a través de los cinco sentidos; vista, oído, tacto, olfato y gusto.
- La información procedente de nuestro propio cuerpo; cinestésica y propioceptiva
- La información procedente de la actividad mental; emociones, sentimientos y pensamientos.
Por tanto, la intención directa en cualquier caso, sería centrarse en uno de los objetos. Es decir, si decidimos centrar nuestra atención en nuestra respiración, debemos volver a ella cada vez que nuestra atención se desvíe con algún pensamiento, olor, dolor, etc., simplemente debemos observar, darnos cuenta, y volver de nuevo a la respiración.
¿Por qué esta práctica es importante? Porque el Mindfulness busca que la persona aprenda a centrase en lo que acontece en el momento presente, ya que esto tiene un efecto positivo al impedir las rumiaciones (Vallejo, 2006).
¿Qué ocurre cuando dirigimos intencionadamente nuestra atención en Mindfulness? Como apunta Vallejo (2006), da lugar a que se pongan en marcha diversos procesos conocidos en terapia de conducta que tienen efectos terapéuticos positivos. Esto sucede, de forma indirecta en la mayoría de los casos y mediante procedimientos comportamentales relativamente sencillos.
Shapiro y Schwartz (1999 y 2000) proponen que cuando intencionalmente se dirige la atención a lo que está sucediendo tal cual, se permite que las conexiones que posibilitan la regulación natural operen los cambios necesarios para asegurar el funcionamiento más saludable del organismo. El huir del malestar, de los síntomas, paliarlo mediante fármacos, drogas o cualesquiera otros procedimientos médicos o psicológicos puede impedir que los sistemas de regulación natural tengan suficiente información como para ejercer su control natural sobre ellos.
Gracias a esta intencionalidad en nuestra práctica nos mostramos abiertos a aceptar lo que es como es, aceptando que la experiencia sea integrada. Esta actitud permite que nuestro sistema de creencias vaya cambiando, la mente se aquiete y se torne más serena y tranquila.
Afortunadamente, Mindfulness es una habilidad, y por tanto, puede ser aprendida y entrenada.
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La experiencia No Valorativa
La atención plena es una experiencia meramente contemplativa, se trata de observar sin valorar. “Se diría que es una forma de estar en el mundo sin prejuicios: abierto a la experiencia sensorial, atento a ella y sin valorar o rechazar de forma activa y taxativa” (Vallejo, 2006).
Esta experiencia no valorativa constituye el elemento esencial del Mindfulness que implica la aceptación radical de lo que acontece tal y como es. Todo es contemplado como normal, lo positivo y lo negativo, lo perfecto y lo imperfecto. Se da una aceptación de todas las experiencias y las reacciones a ellas. Esta aceptación surge de un esfuerzo por no valorarlas como buenas o malas, positivas o negativas, sino que todo forma parte de la experiencia vivida.
Una forma de entrenar esta actitud no valorativa se denomina Mente de Principiante (Kabat-Zinn, 1990, 2003). Esta práctica supone una liberación de todo conocimiento previo y una apertura a percibir la realidad como si la viésemos por primera vez. Esta actitud nos permite descubrir nuevos aspectos de la realidad que si no hubiésemos percibido con esta Mente de Principiante no hubiéramos recabado en ellos por haber interpretado la misma realidad con nuestros patrones perceptivos antiguos. Por esta razón, la práctica de Mindfulness conlleva la disolución de las influencias del aprendizaje previo sobre la sensación del presente (Siegel, 2007).
Desde un punto de vista neurofisiológico, cuando percibimos lo que nos rodea de forma habitual, a través de nuestros sentidos, se produce un procesamiento de arriba abajo (Engel, Fries y Singer (2001). Hay amplia evidencia de que el procesamiento de estímulos está controlado por influencias de arriba abajo que conforman poderosamente las dinámicas intrínsecas de las redes tálamo-corticales y crean constantemente predicciones acerca de los eventos sensoriales entrantes (Engel, Fries y Singer, 2001). Es decir, cuando percibimos normalmente, nuestro cerebro envía información a nuestros órganos sensoriales e interpretamos aquello que estamos percibiendo según determine nuestro cerebro.
El sistema actúa imponiendo una serie de filtros automáticos que resaltan los aspectos ya conocidos de la realidad y atenúan, o eliminan del todo, los aspectos novedosos de la misma (Simón, 2007).
Por el contrario, la información del aquí y ahora (de abajo a arriba, la aportada directamente por los sentidos, sin intermediación del cerebro como filtro para seleccionar la percepción) tiene muchas dificultades para hacer llegar a la conciencia su auténtico mensaje (Simón, 2007). Esa información entrante o primaria ha sido clasificada por Siegel (2007) en 8 sentidos o corrientes de información sensorial:
Sentidos | Información | Región Cerebral |
Vista, oído, tacto, olfato, gusto | Mundo físico externo | Cortex posterior |
Interocepción | Mundo físico interno | Corteza somatosensorial, ínsula |
Visión de la mente | Mente | PFC medial |
Resonancia | Relaciones interpersonales | Neuronas en espejo y PFC |
Las 8 vías de entrada de información al espacio de la conciencia y regiones cerebrales más relacionadas (según Siegel, 2007).
(PFC: Corteza Prefrontal). |
Como señala Simón (2007), en condiciones normales, toda la riqueza informativa proveniente de estos 8 sentidos se ve restringida por las influencias del procesamiento arriba abajo, no sólo a niveles superiores de actividades cognitivas, como el pensamiento y la emisión de juicios sino también a niveles de procesamiento más inferiores, como la percepción del estado corporal y las reacciones emocionales.
Gracias a la Mente de Principiante que se citaba más arriba podemos poner el foco de atención en estas ocho corrientes de información con lo que dificultamos el procesamiento de arriba abajo, impidiendo emitir valoraciones sobre la propia experiencia perceptiva y favoreciendo el canal abajo arriba, permitiendo la llegada de nueva información. Se ha estudiado la zona cerebral que se activa cuando prestamos atención intencionadamente a cualquiera de estos ocho sentidos perceptivos, y esta zona es la denominada Corteza prefrontal dorso-lateral. Así mismo se ha descrito que cuando observamos estos mismos procesos mentales, en meditación profunda, activamos zonas mediales del cortex prefrontal.
Como vemos, la evidencia científica atestigua cada vez con mayor precisión y rigor que juzgar es el proceso en el que se basa la percepción, pero no el conocimiento. Es posible contemplar la realidad sin juzgar, simplemente saber que está ahí. Los juicios fragmentan la realidad, la etiquetan, la valoran como buena o mala pero son sólo interpretaciones porque la realidad es objetiva, neutra.
“La decisión de juzgar en vez de conocer es lo que nos hace perder la paz” (Un curso de milagros).
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