Maternidad Consciente, Mindfulness, Psicología Positiva

Cuando cambió mi vida.

Manitas Alba 4 mesesTal día como hoy, hace un año, acababa de llegar a casa después de realizarme una extracción de óvulos para realizar una fecundación in vitro. Llegué decepcionada y sin muchas esperanzas porque los óvulos, según me dijeron en ese momento,  no habían sido de la máxima calidad. Después de dos intentos anteriores fallidos, ya no me quedaba mucha esperanza en que esta vez fuese a surgir el milagro.

Sin embargo, estaba tranquila. No como en ocasiones anteriores. Las dos veces pasadas había estado hecha un manojo de nervios. Por fuera me mantenía serena pero en mi interior había un estado de alerta continuo. Me observaba continuamente para notar algún cambio, alguna sensación nueva… algo. Esta vez no era así. Tenía conmigo a mi marido, por supuesto, pero también tuve la suerte de que esos días estuviesen mi hermano y su mujer, entre los tres me cuidaron y me mimaron al máximo, a pesar de que mi cuñada ya estaba embarazada de cinco meses para entonces, y ella también debía cuidarse. Esto fue muy positivo porque me mantuvo activa, hasta donde se podía. Al día siguiente nos fuimos a pasear por la playa y evité quedarme tumbada o sentada todo el día, como había hecho las otras veces. Aún a riesgo de arrepentirme, y tratándome con mucho mimo pude disfrutar de esos días.

A nivel mental fue todavía mejor. Había llegado a ese momento sin ansiedad, sin prisas, sin expectativas. Simplemente sentía que estaba haciendo lo correcto, luchar por mi sueño, que el sueño se cumpliese o no, no estaba en mi mano, pero ir a buscarlo sí. No me hubiera perdonado no intentarlo una vez más.

Ya era feliz, ya tenía una vida plena, ya podía disfrutar del momento. Y así lo viví. Recordando a cada instante el aquí y ahora. Paseaba todos los días con el pensamiento de “ahora estoy bien”, “ahora todo esta bien”, “en este momento estoy tranquila”, “en este momento estoy en calma”, “me siento bien”, “puedo gozar de este momento”. Esto me ayudó también a no tener prisa por saber. Pasan unos veinte días hasta que puedes hacerte un test de embarazo y el “¿Qué pasará?” suele ser aterrador. Esta vez, me reconocía en momentos de ansiedad, aunque se presentaron muchos menos, supongo que debido al trabajo de meditación que venía haciendo, tanto formal como informal, que aquietó mi mente. Sin embargo, hubo algunos. Cuando los reconocía, me trataba con el mismo mimo que cuando tenía que levantarme de la cama o acostarme o hacer un pequeño esfuerzo físico. Me trabaja con compasión, me perdonaba la ansiedad, los pensamientos negativos, me perdonaba la inquietud, las ganas de forzar las cosas para que pasaran como yo quería.

Algo que me ayudó mucho fue el soltar, dejar ir, mi deseo de ser madre. Durante  un tiempo me había aferrado tan fuerte a él, que me había identificado totalmente con ese pensamiento y no podía alejarme mentalmente de ese deseo, incluía por supuesto, el pensamiento y la emoción desbordante. No podía ni por un instante contemplar la idea de ser feliz sin desear ser madre. Es decir, pensaba, “bueno, pues si no puede ser, tendré que ser feliz”, pero en el fondo había otro pensamiento que me decía “siempre tendrás esa espinita clavada”, o “en tu pareja se reflejará que no habéis sido padres”, o “la envidia te corroerá cuando tus amigos tengan niños”, etc. Y yo me decía a mí misma, “sí, es verdad, en el fondo es así”.

Y realmente esa era la verdad en ese momento, lo sentía así. De modo que lo acepté. Acepté que por el momento no podía ser de otra manera.  Me hacía profundamente infeliz no tener un hijo/a. Y luego, en un acto de amor incondicional a mí misma, a mi deseo de ser madre, y a mi hijo/a leí e interioricé el enfoque “No pudo ser de otra manera – Renuncio al Control” de Jorge Lomar, publicado en su libro Ecología Mental. Me liberé, supongo porque había entrenado mi mente durante mucho tiempo en la desidentificación y logré, finalmente separarme de este. Creo que llegué al perdón que tanto menciona Jorge Lomar. Perdón a uno mismo. ¿Qué debía perdonarme? Seguramente el haberme hecho la vida imposible por no aceptar la realidad y el habérsela hecho en mayor o menor grado a los que me rodeaban. O tal vez algo más. La profundidad del ser humano es normalmente inescrutable, siempre hay recovecos que no vemos, posiblemente porque todavía no estamos preparados.

Mindfulness, Psicología Positiva

Mindfulness y Fertilidad: bajo mi propia experiencia

Meditación-embarazo

Esta es una de las entradas que más me ha costado escribir, por tratarse de una vivencia personal. No obstante, creo que el esfuerzo puede merecer la pena. En primer lugar porque creo que mi experiencia puede servir de reflejo o ayuda a otras personas que puedan estar pasando por una situación similar, y en segundo lugar porque para mí es importante experimentar en primera persona todo aquello que defiendo y argumento en este blog, y en general, en mi día a día.

Como quiero que esta entrada sea lo más personal y sincera posible, comenzaré diciendo que yo me casé en el año 2009 tras seis años de convivencia con mi pareja. Desde el principio tuvimos claro que queríamos formar una familia una vez casados y comenzar así a vivir una nueva aventura, tanto personal como en pareja.

El tiempo fue pasando, asumimos los cambios que iban ocurriendo, cambiamos de trabajo, de ciudad, de ambiente, firmamos una hipoteca. En fin, siempre había algo que justificaba que no lográbamos un embarazo. Hasta que finalmente asumimos que teníamos que consultar con un especialista.

Efectivamente, existía un problema y la paternidad por vía natural no era posible en nuestro caso. Sí teníamos opciones de ser padres biológicos a través de una técnica in vitro denominada ICSI, pero las posibilidades habían quedado de repente reducidas a tan sólo un 23%.In vitro

Esta nueva realidad supuso para nosotros un golpe fuerte, del que tardamos unos días en recuperarnos. Afortunadamente, lo hicimos juntos, apoyándonos el uno en el otro. Apareció la palabra “culpa”. Fue fácil desprenderse de ella porque lo estábamos viviendo de una forma tan sobrevenida a nosotros, tan distante, que enseguida comprendimos que cualquiera de los dos podía ser el causante de la infertilidad, o incluso, ambos teníamos factores que podían influir en las causas. Aunque he de decir que  no desapareció. La culpa siempre ronda y aparece en la mayoría de las conversaciones que se pueden tener con los familiares sobre este tema. Nosotros siempre hemos tratado de protegernos el uno al otro, pero también entiendo que hay personas en nuestro entorno que necesitan indagar para saber quién es el que “falla”, buscar al “culpable”.

El primer ciclo in vitro lo viví con total desesperanza, sólo visualizaba el 23% de posibilidades y el abrumador 77% restante. No quería sufrir, no quería ni por un momento pensar que podía estar embarazada, para después desilusionarme. Mis pensamientos eran fundamentalmente negativos, y así, si al final salía bien, me llevaría una gran alegría, pero si no, no sufriría tanto. ¡Qué equivocada estaba!. Por supuesto, el tratamiento fue negativo.

He de decir que yo no me había preocupado excesivamente por la maternidad, e incluso siempre había barajado la posibilidad de la adopción como una opción maravillosa. Sin embargo, cuando la realidad se presenta sin parapetos y te enfrenta cara a cara con la verdad no hay quien pueda engañarse a sí mismo. Comencé a tener síntomas depresivos, gracias a mi formación los reconocí rápidamente, aunque eso no los aliviaba sino que me hizo comenzar una rueda de deseos imposibles: Hasta que no tenga un hijo no podré ser feliz”. También sufría por no poder hacer padre a mi marido, hasta el punto de llorar desconsoladamente por imaginarle dentro de 50 años, envejecido y con una enorme pena en sus ojos por no haber tenido hijos.

Este tipo de pensamientos me torturaban, pero lo peor apareció después. Comenzaron otros pensamientos como: “¿Realmente merezco tener hijos?”, “Tal vez no soy lo suficientemente buena y por eso la vida me castiga, porque no sería una buena madre”, “Hay gente a la que odio, reconozco mis sentimientos de odio”, “Con un hijo no estaría más sola, sólo quiero tener un hijo para estar acompañada, por eso la vida no me lo concede, soy mezquina”, “Soy mala, hay gente que aborrezco y me aborrece”, “No sirvo”, “No sabría hacerlo”, etc. No hay que ser licenciado en psicología para comprender que no estaba en mi mejor momento.

Una vez fui consciente de ello, busqué cómo podía mejorar mi situación, porque la solución de tener un hijo posiblemente no llegara nunca, por lo que tenía que buscar otras soluciones, así no podía seguir. Gracias a la vida que nos proporciona aquello que necesitamos en cada momento, descubrí los primeros cursos sobre Mindfulness que hice. Si alguien piensa que fue comenzarlos y mejorar la situación, se equivoca tanto como lo hice yo.

He de decir que la meditación y en su conjunto las técnicas de Mindfulness me hicieron llorar en muchas ocasiones y descubrir la parte más oscura de mi alma. Ahondé en mi soledad, en mi rabia, en el rencor, en los “¿por qué? a mí”, en las relaciones que me habían hecho tanto daño, en mi relación de pareja, en la relación conmigo misma, en mi sentido del yo, en quién me había convertido, en mis frustraciones, en mis carencias……

He conocido personas que comentan que en cuanto empiezan a meditar a las pocas semanas ya notan grandes mejorías. Yo reconozco que a las pocas semanas comencé a notarme más centrada, más tranquila y fundamentalmente, disfrutaba de los momentos de meditación, porque cuando lograba dejarme llevar eran momentos de paz, y en aquella época tenía pocos. Pero realmente, los cambios llegan con el tiempo, con los años.

Pasó un año hasta que me sometí al segundo tratamiento in vitro. Mis pensamientos ya habían cambiado. Ya no estaba centrada en la negatividad para evitar el sufrimiento, ahora estaba asustada. Ya sabía lo que era el sufrimiento, ahora no podría escaparme de él, ahora sólo tenía miedo. Recuerdo que me ponía a meditar los días después de la inseminación (pasan dos semanas hasta saber si finalmente se ha producido el embarazo) y las lágrimas rodaban sin parar por mis mejillas, no podía controlarlo ni evitarlo y además sentía que debía permitirlo, tenía que llorar y soltar y soltar y soltar….

Finalmente el resultado también fue negativo. Para mi sorpresa, aunque fue un disgusto, la meditación me ayudó a serenarme antes y no entrar de nuevo en la rueda de los pensamientos y emociones negativas. Simplemente los reconocía, los veía, los permitía durante un momento y después los dejaba ahí. Poco a poco el corazón se va reconstruyendo de nuevo. Surgen nuevos proyectos y la vida nos trae susurros que nos iluminan. A los pocos meses después de escuchar lo felices que eran una pareja que había adoptado a un niño de tres años, decidimos emprender ese camino.

Reunimos toda la información necesaria con una ilusión mayúscula, ahora sí, ahora me permitía estar abierta de par en par al sufrimiento, al rechazo, a los problemas que pueden presentar los niños en adopción, ahora estaba ahí para vivir la experiencia. Por supuesto también hubo trabas, el proceso es lento, y nos advirtieron en muchas ocasiones que se tardaba mucho, mucho, mucho tiempo. Pero qué más nos daba ya, si llevábamos esperando tanto tiempo y no pasaba nunca nada, era preferible estar dispuesto a sufrir que seguir sin hacer nada.

Por supuesto seguiríamos intentando ser padres biológicamente, pero ahora habíamos abierto nuestros corazones y nuestras mentes un poco más.

Y llegó el tercer tratamiento in vitro. Esta vez había pasado otro año desde el último, yo no estaba dispuesta a tener más miedo, ya me había cansado de jugar mi papel de víctima, me aburría el que los demás me tuvieran pena por no tener un hijo. Porque además yo estaba feliz con mi vida. Había aprendido tanto sobre mí misma en este proceso que había descubierto que detrás de todas mis sombras había luz, mucha luz. Ahora me quiero a mí misma mucho más, he aprendido a reclamar mi sitio, ya no me preocupo por aquellos con los que no tengo una relación perfecta, está bien, debe ser así. He aceptado que la maternidad es maravillosa pero no dependo de ella para ser feliz, porque ahora mismo ya lo soy. También he aprendido a desprenderme de muchas cosas materiales, de prejuicios, de miedos, de cosas que me aburren. He aprendido a ver la vida con otros ojos, ahora veo con más claridad el sol, las miradas de mi marido, las palabras y los silencios con los buenos amigos, el amor de la familia, aprecio cada día más la naturaleza y todo lo que nos ofrece.

Con esta mente nueva y renovada afronté este tercer tratamiento en Junio de este año. Ahora sí podía hablarle a mi futuro bebé, le soñaba, le acariciaba en mis sueños, le decía que le quería tanto si aparecía en mi vientre como si no. Le dejaba libre para nacer aquí conmigo o para que nos conociéramos en otro momento. En este punto, he de señalar que la espiritualidad es una parte fundamental también en el pensamiento Mindful y nos ayuda a entender aquello que la razón no puede comprender, a confiar en algo superior a nosotros mismos y que nos trasciende.

Embracing enlightenmentFinalmente, el resultado fue positivo. Tanto mi cuerpo como mi mente estaban limpias, y yo las sentía así, podían acoger a una nueva vida con todo el amor del mundo. Pero la vida todavía nos reservaba otra gran sorpresa: ¡son trillizos!. Ahora nos enfrentábamos a otra situación estresante, un embarazo múltiple de alto riesgo y la opción de la reducción embrionaria. (En otra entrada hablaré sobre cómo afrontamos la decisión sobre la reducción embrionaria para aquellos a quienes les interese.) Nunca estamos lo suficientemente preparados para lo que la vida nos depara en cada momento, pero ahora sé que puedo confiar. Tanto si lograba el embarazo como si no era así, yo había comenzado a apreciar y vivir mi vida de otra manera, viviendo momento a momento, sintiéndome parte del ahora y disfrutando de cada instante.

En este momento estoy embarazada de 14 semanas y todo va bien. Para mí, este proceso y el conocer las prácticas de Mindfulness han sido vitales, me han transformado y estoy plenamente convencida que han ayudado a lograr mi embarazo. Nuestros pensamientos ejercen una función poderosa sobre nuestro cuerpo, y aunque científicamente todavía no podemos explicar exactamente como se produce esta simbiosis lo que la investigación está demostrando es que los pensamientos y emociones que generamos influyen directamente sobre nuestro sistema hormonal favoreciendo la aparición de enfermedades o por el contrario fortaleciendo nuestro sistema inmunológico y creando barreras contra el estrés.

Si deseas realizar alguna consulta puedes enviármela al correo: cienciaconconcienciaplena@gmail.com.

Mindfulness, Psicología Positiva

Mindfulness y Fertilidad

Fertilidad4El deseo de ser madre o padre, cada vez en mayor número de casos, se ve frustrado en algunas ocasiones por problemas de infertilidad. Cualquier persona que se enfrenta a un proceso de fertilidad atraviesa por una crisis de salud, no sólo del cuerpo, sino también del alma, de su propio ser.

Cada día la investigación nos demuestra que la mente y las emociones influyen en todas las funciones del cuerpo, también en las hormonas implicadas en la fertilidad y la concepción. Los estudios han demostrado que mujeres sometidas a tratamientos de fertilidad presentan niveles de ansiedad y depresión iguales a las mujeres que sufren cáncer o VHI.

Nuestra mente ocupa una fracción de nuestro cerebro, el resto se dedica a las funciones físicas de nuestro cuerpo, como la respiración, la circulación, la digestión, la producción de hormonas, el sistema inmune, etc. El cuerpo cambia momento a momento. Y la mente cambia incluso más rápido, los pensamientos, estados de ánimo y emociones impactan en la producción de hormonas. Por lo que la mente y el cuerpo están entrelazados, interconectados y se comunican entre sí todo el tiempo, es lo que se denomina Psiconeuroinmunología.

Fertilidad2Cada uno de nuestros pensamientos produce un mensaje químico que influye ya sea en el sistema inmune o en el sistema endocrino, este último juega un papel importante en la fertilidad, la concepción y el embarazo. La investigación en neurociencias está demostrando la conectividad de la mente y el cuerpo, cómo los pensamientos y las emociones influyen en la función del cuerpo y comportamientos, opciones y decisiones. Somos lo que comemos, sentimos y pensamos.

Afortunadamente, existe un modo en el que la mente y el cuerpo trabajan al unísono en un rendimiento óptimo, habitualmente los deportistas suelen practicarlo manteniendo una mente en calma pero centrada para obtener sus mejores resultados. Así que, del mismo modo que nuestras mentes juegan un papel activo en nuestro sufrimiento, activando pensamientos críticos automáticos acerca de nosotros mismos, sentimientos de frustración, etc., también puede desempeñar un papel activo en nuestra salud.

No podemos engañarnos, la infertilidad socava todos los supuestos que teníamos sobre nosotros mismos, cuestiona nuestro lugar en el mundo. Nuestros cerebros han sido condicionados a agarrar y aferrarse. Sin embargo este condicionamiento, que creemos que nos protege y nos ayuda, en realidad limita nuestra capacidad de vivir la vida plenamente. Nos aferramos a la idea de tener un bebé. Es un pensamiento poderoso, ya que implica que no podremos ser felices hasta que tengamos ese bebé. Nos aferramos al dolor de cada menstruación, cada aborto, al temor de usar material genético donado. Lo único que nos importa es lograr un embarazo y nuestra felicidad depende de ello.

No debemos sentirnos culpables por tener o haber tenido estos pensamientos, como seres humanos estamos condicionados a comprender culturalmente. Hemos sido entrenados para aferrarnos a nuestros sueños, para seguir luchando sin bajar la guardia ni atenuar el esfuerzo para conseguir aquello que queremos. Sin embargo, la realidad no podemos cambiarla por más que nos aferremos a una idea o un  deseo. El apego a esa idea a ese deseo de otra realidad distinta de la que es, es una fuente inagotable de sufrimiento. Este apego se basa en emociones como el miedo, miedo a no ser feliz si no tengo un hijo, a que mi matrimonio no sea lo suficientemente bueno, a que no me acepten por ser diferente, emociones como los celos, envidiamos a aquellos que sí han conseguido ser padres, a todos aquellos que emprenden el proyecto de la paternidad, etc. Este vaivén de emociones y pensamientos en nuestra mente es lo que se conoce como la mente de “mono” balanceándose a través de los árboles, llegando de un pensamiento a otro en nuestro deseo de controlar, gestionar y satisfacer nuestros deseos. Nunca es suficiente, es agotador.

Fertilidad5Pero como decía más arriba, podemos cultivar un proceso de aprendizaje y práctica de habilidades para una vida en atención plena. Está clínicamente probado que las técnicas basadas en Mindfulness pueden reducir los síntomas del estrés, la ansiedad y la depresión. Este tipo de técnicas se están utilizando para ayudar a individuos y parejas que luchan con problemas de fertilidad.

Uno de los anclajes que suele utilizarse en la práctica de la meditación Mindfulness es la respiración natural. A menudo el estrés de la infertilidad nos coloca en modo alerta roja bajo nivel crónico de estrés, la respiración natural es como poner el pie en el pedal del freno. Nuestro sistema nervioso se enfría, nuestros cuerpos funcionan con mayor facilidad y nuestra mente se calma. Esto nos permite ver más allá del velo de nuestros pensamientos y sentimientos automáticos. Mediante la observación, nos hacemos más conscientes y esto nos lleva a una realidad más profunda. Podemos cultivar esta conciencia indagando en nosotros mismos y centrándonos en la respiración.

A través de la práctica sostenida, la atención se convierte en un gran aliado, y combate la mente de “mono”. En lugar de ver las cosas en términos tan bimodales de “todo bien”, o “todo mal”, aprendemos a apreciar el espacio de en medio, prestando atención a lo que surge momento a momento. Soy consciente de lo difícil que es mantenerse en el momento presente, cuando lo que deseas siempre parece estar en el siguiente paso, la siguiente prueba de embarazo, o la siguiente menstruación. Es fácil quedar atrapado en lo que no funciona, en lo que no está sucediendo. Pero si te centras en el pasado o en el futuro, te pierdes en la vida, porque  la vida está ocurriendo ahora.

Fertilidad3Mindfulness ofrece la oportunidad de comenzar de nuevo. La meditación puede calmar la más profunda de las preocupaciones, ofreciendo un renovado sentido de bienestar. La meditación nos permite estar con nosotros mismos, tal y como somos.

Cuando honramos a nuestras experiencias, momento a momento, lo que antes era inconcebible a menudo se vuelve tolerable. Nos damos cuenta de que todo es temporal, incluyendo nuestro sufrimiento. Y simplemente al darnos cuenta, nuestros miedos se reducen, nuestros corazones se expanden y la empatía crece.

La meditación es una técnica muy potente para aprender a calmar la mente y comprender que la felicidad no depende de nada externo a nosotros mismos. Cuando comenzamos a practicarla, a menudo el contenido de nuestra mente parece turbulento y caótico, pero el simple hecho de seguir observando el caos comienza a cambiar nuestra mente. Estamos menos reactivos al estrés, el dolor y el sufrimiento. Detrás del deseo y la aversión encontramos una conciencia de que somos sensibles, flexibles, alegres, independientemente de lo que esté ocurriendo en nuestra vida.

Algunas mujeres temen que ser conscientes y empezar a meditar aminorará su deseo de tener un hijo y la búsqueda de éste. Pero esto no se produce, el deseo de tener un hijo sigue presente, únicamente se llega a la comprensión de que nuestra felicidad no depende de la consecución de la maternidad. Lo que permitimos es que nuestra mente se relaje y se expanda, pueda explorar, disfrutar y crear. Surgirán preguntas y respuestas difíciles que en este momento nos permitimos. Surgirá otra mirada en la que seguiremos buscando la paternidad pero donde el sufrimiento no dominará nuestra búsqueda, sino que la alegría y la esperanza se abrirán paso en la confianza de poder ser felices a pesar de no conseguirlo.

Ahora, te invito a que te detengas, cierres los ojos y lleves tu conciencia a la respiración. No cambies nada de tu respiración, simplemente céntrate en ella durante al menos diez respiraciones. Después comprueba cómo te sientes, pregúntate: “¿Cómo me siento ahora?”

 Bibliografía y enlaces de interés:

 

Mindfulness

Mindfulness para niños

AmorHace unos días leía un artículo que me pareció muy interesante sobre cómo podemos educar en Mindfulness, os dejo el enlace y una pequeña traducción:

http://blog.mentalworkout.com/2014/01/10/fostering-your-childs-natural-mindfulness/

El artículo comienza haciendo referencia a que muy pocos autores han dado cuenta de que la meditación Mindfulness es contagiosa. Cuando se practica durante un tiempo empiezas a  notar cómo estás mucho más relajado y enfocado en tus sentimientos, empiezas a disfrutar mucho más de la vida, por lo que probablemente, quieres compartir estos beneficios. El autor se pregunta, ¿quién viene a la mente en primer lugar si no son tus familiares, tu pareja, hijos, padres, hermanos, primos y amigos cercanos? Los ves sufrir por estrés, aburrimiento, depresión o ansiedad del mismo modo que has sufrido tú en algún momento, y quieres decirles: “simplemente siéntate y concéntrate en tu respiración”.

Para ti su bienestar es tan importante como el tuyo, especialmente cuando se trata de nuestros hijos. En los cuales, el aprendizaje más efectivo es ser un ejemplo. Si estás interesado en introducir a tus hijos en atención plena, lo mejor que puedes hacer, es practicarla tú mismo. Cuando se den cuenta de que estas más tranquilo, menos reactivo y más cariñoso con ellos, tendrán curiosidad y querrán descubrir el secreto. Los niños pequeños en particular, emulan por naturaleza a sus padres. Si te ven sentado en silencio, disfrutando del momento, se preguntarán qué estás haciendo y te preguntarán si pueden acompañarte. Y lo que es más significativo, se darán cuenta de lo atento y disponible que estás, lo alerta que te muestras y el cuidado que pones en conducir, en lavar los platos, en cómo piensas cuando se presentan situaciones de estrés, en vez de reaccionar. A través de tu amor, de la presencia sin juicio, les proporcionas un modelo a seguir.

De hecho, los niños están naturalmente dotados de atención plena. Sólo tienes que observar cómo un bebé se ve cautivado por la experiencia sensorial de tocar una pieza de fruta o un juguete, o cómo un niño explora en el patio de recreo. Precisamente porque mucho de lo que experimenta es realmente nuevo para él, tiene lo que se denomina una mente de principiante”, la capacidad de experimentar cada momento con frescura, como si fuera la primera vez. La mente de principiante es una cualidad de los meditadores adultos que se esfuerzan por cultivar pero en los niños pequeños existe de forma natural.

En lugar de enseñar a tus hijos algo que no saben, recuerda que les estás animando a practicar y cultivar una habilidad que ya tienen, pero pueden perder fácilmente en el empuje a la altura de las expectativas de los demás. En lugar de meditación normal, especialmente con los niños más pequeños, se le puede invitar a unirse contigo y estar sentados en silencio, escuchar a los pájaros o una pieza musical, o caminar en la naturaleza y explorar las plantas y los insectos, con curiosidad, en atención consciente. Puedes pedirles que describan lo que están viendo o escuchando como una forma de conseguir que presten más atención. Aunque debes evitar la tentación de interpretar o conceptualizar, deja que su experiencia sea concreta y directa, no mediada por la mente. Su capacidad de atención se limitará, por supuesto, así que no debemos empujarlos más allá, deben sentirse cómodos. Con el tiempo, su capacidad de permanecer presentes de forma natural crecerá.

Si estás realmente comprometido con el fomento de la atención natural en tu hijo, también puedes considerar limitar su exposición a la televisión, las películas y otras formas de entretenimiento digital. En estos momentos los niños de los EEUU entre las edades de dos y cinco años ven un promedio de tres horas de televisión al día. Las investigaciones indican que tal visión pesada puede reducir la capacidad de atención, aumentar la impulsividad y la hiperactividad, y daños en el desarrollo natural del cerebro. Mientras que los niños pequeños quedan absortos en las imágenes digitales, están usando un tiempo precioso que podrían usar en estar presentes, en ser curiosos y estar abiertos al mundo que les rodea.

Anime a sus hijos a aprender habilidades esenciales para llevar una vida relacional consciente.

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