Maternidad Consciente, Mindfulness

Mindfulness como tratamiento para la infertilidad.

En el año 2014, escribía otra entrada relacionada con las terapias Midfulness y la fertilidad, https://wordpress.com/post/cienciaconconcienciaplena.com/402, en éste caso, hablaba sobre mi propia experiencia, como no puede ser de otra manera, una vez logrado mi primer embarazo.

Nueve años después, hay una gran recopilación de estudios científicos para tratar de amortiguar los efectos estresantes de los tratamientos en fertilidad mediante la práctica de Mindfulness.

Yo soy un ejemplo más de como este tipo de terapias, si bien no son la “píldora mágica” para lograr un embarazo, sí alivian en gran modo la forma en que nos tratamos a nosotras mismas y a nuestras parejas durante el/los proceso/s de fertilidad. El hecho de poder manejar el estrés de un modo más saludable, contribuye obviamente a mejorar nuestras reacciones físicas al tratamiento y, como se ha demostrado (Jing Lia, Ling largo, y cols.), ha mejorar las tasas de embarazo.

Varias universidades han desarrollado durante estos años programas basados en Mindfulness para la infertilidad (MBPI),a modo de resumen, lo que han visto en sus estudios sobre la eficacia de este programa es lo siguiente:

A nivel psicológico la infertilidad se presenta como una crisis vital muy exigente que a menudo genera en las parejas depresión y ansiedad.

Aunque cada día hay más mujeres que rompiendo los paradigmas establecidos hasta ahora, deciden emprender el camino a la maternidad solas, lo más habitual, por el momento, es que este proceso se viva dentro de la pareja. Estás parejas se ven resentidas y es común que sientan una menor satisfacción conyugal que antes de comenzar con el tratamiento. Esto se debe a:

– Existen diferencias en cuanto a la manera más efectiva de manejar el estrés que genera la infertilidad. Las mujeres sometidas a las diferentes intervenciones se ven, a veces, abrumadas por todos los cambios que implican en su día a día: introducir medicación, cambios hormonales, citas y pruebas médicas continuas, mientras que la persona que no se somete a la intervención, puede ver menos afectada su agenda diaria y por lo tanto generar menos estrés.

– Los miembros de la pareja a menudo, tienen patrones de comunicación diferentes, especialmente en el caso de las parejas formadas por hombre y mujer. En estos casos las mujeres presentan una gran demanda para comunicarse con su pareja y mostrar sus sentimientos de tristeza, ansiedad, angustia o desesperanza, mientras que los hombres suelen buscar comunicaciones resolutivas y evitar las conversaciones que impliquen angustia emocional. De este modo, las mujeres no se sienten escuchadas y apoyadas y pueden tener la sensación de que su pareja no desea formar parte de este proceso con el mismo grado de implicación que ellas. Mientras que los hombres se encuentran ante el paradigma de intentar hacer todo lo posible por mejorar la situación, sin embargo, ven que no pueden ayudar en nada y a su pareja cada vez más deprimida.

– También, especialmente en las parejas formadas por hombre y mujer, podemos ver estrategias de afrontamiento diferentes. Las mujeres buscan el apoyo social, normalmente son ellas las que acuden o buscan la consulta profesional y también hablando en su red social con personas que hayan pasado por situaciones similares. También utilizan más a menudo estrategias de evitación, como no quedar con amigas embarazadas o con niños pequeños. Los hombres, sin embargo, suelen querer tomar distancia con el dolor, evitan el tema de la infertilidad, minimizan su importancia y buscan soluciones a corto plazo. Estas estrategias pueden aliviar o funcionar de forma individual para no tener una sobrecarga de estrés, pero a nivel de pareja influye incrementando el malestar y separando emocionalmente a ambos miembros.

– Por otro lado, también se ha visto que el estrés generado influye en la disminución de la satisfacción en las relaciones sexuales de la pareja. Por su parte, las mujeres manifiestan una disminución del deseo sexual y se sienten menos deseables. Los hombres, también reflejan esa disminución del deseo sexual, hay casos de disfunción eréctil y sentimientos de instrumentalización al ser el único objetivo del sexo de la pareja la concepción de un hijo.

– Otro motivo de queja en las parejas es la cantidad de información sobre el proceso que se va a compartir con familiares y amigos y el círculo con quienes se va a compartir dicha información. Si bien, al principio de los tratamientos pueden darse distintas visiones sobre qué información compartir y con quién, en los casos en los que los tratamientos repetidamente son fallidos, o hay pérdidas gestacionales reiterativas, las parejas suelen disminuir el flujo de información de modo bastante consensuado.

– La forma en la que se abordan las pérdidas que surgen a lo largo del proceso también pueden ser un motivo de discusión en la pareja. Estas pérdidas pueden ser desde la pérdida de control de su vida diaria, los tratamientos fallidos, abortos espontáneos, muerte fetal. Las parejas deben hacer un duelo por estas pérdidas, ya que si no lo hacen tienen riesgo de sufrir más ansiedad y angustia en el futuro. En ocasiones, tanto la angustia por el duelo sufrido como la falta de recursos para poder manejar esos duelos son objeto de enfrentamientos en la pareja.

El manejo de la edad también es otro factor que ocasiona conflicto, habitualmente se nos da una imagen de la mujer que no corresponde a la realidad. La fertilidad femenina comienza a disminuir a los 28 años y disminuye notablemente a partir de los 37. Estamos acostumbrados a ver a mujeres famosas retrasar su maternidad hasta edades realmente altas y hemos trasladado ese retraso a nuestras vidas cotidianas. Cada vez es más frecuente que la maternidad se dé a partir de los 35 o 40 años. Esto ocasiona un gran impacto para las parejas que idealmente habían planificado su maternidad/paternidad retrasando el momento hasta tener su carrera profesional, estabilidad económica, etc., y a ahora se enfrentan a una gran dificultad para lograr la concepción de un hijo. Habitualmente surgen sentimientos de culpa y conflicto matrimonial en torno a cómo se tomaron las decisiones para postergar la concepción de un hijo.

Tras ver los problemas más habituales entre las parejas que se someten a procesos de fertilidad, los programas que se han desarrollado basándose en Mindfulness han encontrado que la práctica de la atención plena ayuda a las parejas que se sienten abrumadas por todos los pensamientos y emociones negativas que experimentan durante este proceso.

La práctica de la atención plena nos centra en el momento presente con aceptación compasiva y sin prejuicios de la propia experiencia.

Los resultados de los diferentes estudios hasta ahora avalan que el uso de la meditación consciente ayuda a las parejas a manejar los pensamientos negativos, rompen los ciclos de evitación emocional y dan poder de resilencia a las parejas. Todo esto contribuye a mejorar la satisfacción conyugal independientemente del resultado del tratamiento, y además mejora las tasas de embarazo, que es el objetivo inicial por el que estas parejas acuden a consulta.

Si necesitas más información o quieres iniciar un tratamiento y necesitas apoyo psicológico, puedes contactarme en: cienciaconconcienciaplena@gmail.com. Ofrecemos acompañamientos psicológicos durante los procesos de fertilidad, así como consultas de pareja y/o sesiones individuales.

Maternidad Consciente, Mindfulness, Psicología Positiva

Cuando cambió mi vida.

Manitas Alba 4 mesesTal día como hoy, hace un año, acababa de llegar a casa después de realizarme una extracción de óvulos para realizar una fecundación in vitro. Llegué decepcionada y sin muchas esperanzas porque los óvulos, según me dijeron en ese momento,  no habían sido de la máxima calidad. Después de dos intentos anteriores fallidos, ya no me quedaba mucha esperanza en que esta vez fuese a surgir el milagro.

Sin embargo, estaba tranquila. No como en ocasiones anteriores. Las dos veces pasadas había estado hecha un manojo de nervios. Por fuera me mantenía serena pero en mi interior había un estado de alerta continuo. Me observaba continuamente para notar algún cambio, alguna sensación nueva… algo. Esta vez no era así. Tenía conmigo a mi marido, por supuesto, pero también tuve la suerte de que esos días estuviesen mi hermano y su mujer, entre los tres me cuidaron y me mimaron al máximo, a pesar de que mi cuñada ya estaba embarazada de cinco meses para entonces, y ella también debía cuidarse. Esto fue muy positivo porque me mantuvo activa, hasta donde se podía. Al día siguiente nos fuimos a pasear por la playa y evité quedarme tumbada o sentada todo el día, como había hecho las otras veces. Aún a riesgo de arrepentirme, y tratándome con mucho mimo pude disfrutar de esos días.

A nivel mental fue todavía mejor. Había llegado a ese momento sin ansiedad, sin prisas, sin expectativas. Simplemente sentía que estaba haciendo lo correcto, luchar por mi sueño, que el sueño se cumpliese o no, no estaba en mi mano, pero ir a buscarlo sí. No me hubiera perdonado no intentarlo una vez más.

Ya era feliz, ya tenía una vida plena, ya podía disfrutar del momento. Y así lo viví. Recordando a cada instante el aquí y ahora. Paseaba todos los días con el pensamiento de “ahora estoy bien”, “ahora todo esta bien”, “en este momento estoy tranquila”, “en este momento estoy en calma”, “me siento bien”, “puedo gozar de este momento”. Esto me ayudó también a no tener prisa por saber. Pasan unos veinte días hasta que puedes hacerte un test de embarazo y el “¿Qué pasará?” suele ser aterrador. Esta vez, me reconocía en momentos de ansiedad, aunque se presentaron muchos menos, supongo que debido al trabajo de meditación que venía haciendo, tanto formal como informal, que aquietó mi mente. Sin embargo, hubo algunos. Cuando los reconocía, me trataba con el mismo mimo que cuando tenía que levantarme de la cama o acostarme o hacer un pequeño esfuerzo físico. Me trabaja con compasión, me perdonaba la ansiedad, los pensamientos negativos, me perdonaba la inquietud, las ganas de forzar las cosas para que pasaran como yo quería.

Algo que me ayudó mucho fue el soltar, dejar ir, mi deseo de ser madre. Durante  un tiempo me había aferrado tan fuerte a él, que me había identificado totalmente con ese pensamiento y no podía alejarme mentalmente de ese deseo, incluía por supuesto, el pensamiento y la emoción desbordante. No podía ni por un instante contemplar la idea de ser feliz sin desear ser madre. Es decir, pensaba, “bueno, pues si no puede ser, tendré que ser feliz”, pero en el fondo había otro pensamiento que me decía “siempre tendrás esa espinita clavada”, o “en tu pareja se reflejará que no habéis sido padres”, o “la envidia te corroerá cuando tus amigos tengan niños”, etc. Y yo me decía a mí misma, “sí, es verdad, en el fondo es así”.

Y realmente esa era la verdad en ese momento, lo sentía así. De modo que lo acepté. Acepté que por el momento no podía ser de otra manera.  Me hacía profundamente infeliz no tener un hijo/a. Y luego, en un acto de amor incondicional a mí misma, a mi deseo de ser madre, y a mi hijo/a leí e interioricé el enfoque “No pudo ser de otra manera – Renuncio al Control” de Jorge Lomar, publicado en su libro Ecología Mental. Me liberé, supongo porque había entrenado mi mente durante mucho tiempo en la desidentificación y logré, finalmente separarme de este. Creo que llegué al perdón que tanto menciona Jorge Lomar. Perdón a uno mismo. ¿Qué debía perdonarme? Seguramente el haberme hecho la vida imposible por no aceptar la realidad y el habérsela hecho en mayor o menor grado a los que me rodeaban. O tal vez algo más. La profundidad del ser humano es normalmente inescrutable, siempre hay recovecos que no vemos, posiblemente porque todavía no estamos preparados.

Mindfulness, Psicología Positiva

Mindfulness y Fertilidad: bajo mi propia experiencia

Meditación-embarazo

Esta es una de las entradas que más me ha costado escribir, por tratarse de una vivencia personal. No obstante, creo que el esfuerzo puede merecer la pena. En primer lugar porque creo que mi experiencia puede servir de reflejo o ayuda a otras personas que puedan estar pasando por una situación similar, y en segundo lugar porque para mí es importante experimentar en primera persona todo aquello que defiendo y argumento en este blog, y en general, en mi día a día.

Como quiero que esta entrada sea lo más personal y sincera posible, comenzaré diciendo que yo me casé en el año 2009 tras seis años de convivencia con mi pareja. Desde el principio tuvimos claro que queríamos formar una familia una vez casados y comenzar así a vivir una nueva aventura, tanto personal como en pareja.

El tiempo fue pasando, asumimos los cambios que iban ocurriendo, cambiamos de trabajo, de ciudad, de ambiente, firmamos una hipoteca. En fin, siempre había algo que justificaba que no lográbamos un embarazo. Hasta que finalmente asumimos que teníamos que consultar con un especialista.

Efectivamente, existía un problema y la paternidad por vía natural no era posible en nuestro caso. Sí teníamos opciones de ser padres biológicos a través de una técnica in vitro denominada ICSI, pero las posibilidades habían quedado de repente reducidas a tan sólo un 23%.In vitro

Esta nueva realidad supuso para nosotros un golpe fuerte, del que tardamos unos días en recuperarnos. Afortunadamente, lo hicimos juntos, apoyándonos el uno en el otro. Apareció la palabra “culpa”. Fue fácil desprenderse de ella porque lo estábamos viviendo de una forma tan sobrevenida a nosotros, tan distante, que enseguida comprendimos que cualquiera de los dos podía ser el causante de la infertilidad, o incluso, ambos teníamos factores que podían influir en las causas. Aunque he de decir que  no desapareció. La culpa siempre ronda y aparece en la mayoría de las conversaciones que se pueden tener con los familiares sobre este tema. Nosotros siempre hemos tratado de protegernos el uno al otro, pero también entiendo que hay personas en nuestro entorno que necesitan indagar para saber quién es el que “falla”, buscar al “culpable”.

El primer ciclo in vitro lo viví con total desesperanza, sólo visualizaba el 23% de posibilidades y el abrumador 77% restante. No quería sufrir, no quería ni por un momento pensar que podía estar embarazada, para después desilusionarme. Mis pensamientos eran fundamentalmente negativos, y así, si al final salía bien, me llevaría una gran alegría, pero si no, no sufriría tanto. ¡Qué equivocada estaba!. Por supuesto, el tratamiento fue negativo.

He de decir que yo no me había preocupado excesivamente por la maternidad, e incluso siempre había barajado la posibilidad de la adopción como una opción maravillosa. Sin embargo, cuando la realidad se presenta sin parapetos y te enfrenta cara a cara con la verdad no hay quien pueda engañarse a sí mismo. Comencé a tener síntomas depresivos, gracias a mi formación los reconocí rápidamente, aunque eso no los aliviaba sino que me hizo comenzar una rueda de deseos imposibles: Hasta que no tenga un hijo no podré ser feliz”. También sufría por no poder hacer padre a mi marido, hasta el punto de llorar desconsoladamente por imaginarle dentro de 50 años, envejecido y con una enorme pena en sus ojos por no haber tenido hijos.

Este tipo de pensamientos me torturaban, pero lo peor apareció después. Comenzaron otros pensamientos como: “¿Realmente merezco tener hijos?”, “Tal vez no soy lo suficientemente buena y por eso la vida me castiga, porque no sería una buena madre”, “Hay gente a la que odio, reconozco mis sentimientos de odio”, “Con un hijo no estaría más sola, sólo quiero tener un hijo para estar acompañada, por eso la vida no me lo concede, soy mezquina”, “Soy mala, hay gente que aborrezco y me aborrece”, “No sirvo”, “No sabría hacerlo”, etc. No hay que ser licenciado en psicología para comprender que no estaba en mi mejor momento.

Una vez fui consciente de ello, busqué cómo podía mejorar mi situación, porque la solución de tener un hijo posiblemente no llegara nunca, por lo que tenía que buscar otras soluciones, así no podía seguir. Gracias a la vida que nos proporciona aquello que necesitamos en cada momento, descubrí los primeros cursos sobre Mindfulness que hice. Si alguien piensa que fue comenzarlos y mejorar la situación, se equivoca tanto como lo hice yo.

He de decir que la meditación y en su conjunto las técnicas de Mindfulness me hicieron llorar en muchas ocasiones y descubrir la parte más oscura de mi alma. Ahondé en mi soledad, en mi rabia, en el rencor, en los “¿por qué? a mí”, en las relaciones que me habían hecho tanto daño, en mi relación de pareja, en la relación conmigo misma, en mi sentido del yo, en quién me había convertido, en mis frustraciones, en mis carencias……

He conocido personas que comentan que en cuanto empiezan a meditar a las pocas semanas ya notan grandes mejorías. Yo reconozco que a las pocas semanas comencé a notarme más centrada, más tranquila y fundamentalmente, disfrutaba de los momentos de meditación, porque cuando lograba dejarme llevar eran momentos de paz, y en aquella época tenía pocos. Pero realmente, los cambios llegan con el tiempo, con los años.

Pasó un año hasta que me sometí al segundo tratamiento in vitro. Mis pensamientos ya habían cambiado. Ya no estaba centrada en la negatividad para evitar el sufrimiento, ahora estaba asustada. Ya sabía lo que era el sufrimiento, ahora no podría escaparme de él, ahora sólo tenía miedo. Recuerdo que me ponía a meditar los días después de la inseminación (pasan dos semanas hasta saber si finalmente se ha producido el embarazo) y las lágrimas rodaban sin parar por mis mejillas, no podía controlarlo ni evitarlo y además sentía que debía permitirlo, tenía que llorar y soltar y soltar y soltar….

Finalmente el resultado también fue negativo. Para mi sorpresa, aunque fue un disgusto, la meditación me ayudó a serenarme antes y no entrar de nuevo en la rueda de los pensamientos y emociones negativas. Simplemente los reconocía, los veía, los permitía durante un momento y después los dejaba ahí. Poco a poco el corazón se va reconstruyendo de nuevo. Surgen nuevos proyectos y la vida nos trae susurros que nos iluminan. A los pocos meses después de escuchar lo felices que eran una pareja que había adoptado a un niño de tres años, decidimos emprender ese camino.

Reunimos toda la información necesaria con una ilusión mayúscula, ahora sí, ahora me permitía estar abierta de par en par al sufrimiento, al rechazo, a los problemas que pueden presentar los niños en adopción, ahora estaba ahí para vivir la experiencia. Por supuesto también hubo trabas, el proceso es lento, y nos advirtieron en muchas ocasiones que se tardaba mucho, mucho, mucho tiempo. Pero qué más nos daba ya, si llevábamos esperando tanto tiempo y no pasaba nunca nada, era preferible estar dispuesto a sufrir que seguir sin hacer nada.

Por supuesto seguiríamos intentando ser padres biológicamente, pero ahora habíamos abierto nuestros corazones y nuestras mentes un poco más.

Y llegó el tercer tratamiento in vitro. Esta vez había pasado otro año desde el último, yo no estaba dispuesta a tener más miedo, ya me había cansado de jugar mi papel de víctima, me aburría el que los demás me tuvieran pena por no tener un hijo. Porque además yo estaba feliz con mi vida. Había aprendido tanto sobre mí misma en este proceso que había descubierto que detrás de todas mis sombras había luz, mucha luz. Ahora me quiero a mí misma mucho más, he aprendido a reclamar mi sitio, ya no me preocupo por aquellos con los que no tengo una relación perfecta, está bien, debe ser así. He aceptado que la maternidad es maravillosa pero no dependo de ella para ser feliz, porque ahora mismo ya lo soy. También he aprendido a desprenderme de muchas cosas materiales, de prejuicios, de miedos, de cosas que me aburren. He aprendido a ver la vida con otros ojos, ahora veo con más claridad el sol, las miradas de mi marido, las palabras y los silencios con los buenos amigos, el amor de la familia, aprecio cada día más la naturaleza y todo lo que nos ofrece.

Con esta mente nueva y renovada afronté este tercer tratamiento en Junio de este año. Ahora sí podía hablarle a mi futuro bebé, le soñaba, le acariciaba en mis sueños, le decía que le quería tanto si aparecía en mi vientre como si no. Le dejaba libre para nacer aquí conmigo o para que nos conociéramos en otro momento. En este punto, he de señalar que la espiritualidad es una parte fundamental también en el pensamiento Mindful y nos ayuda a entender aquello que la razón no puede comprender, a confiar en algo superior a nosotros mismos y que nos trasciende.

Embracing enlightenmentFinalmente, el resultado fue positivo. Tanto mi cuerpo como mi mente estaban limpias, y yo las sentía así, podían acoger a una nueva vida con todo el amor del mundo. Pero la vida todavía nos reservaba otra gran sorpresa: ¡son trillizos!. Ahora nos enfrentábamos a otra situación estresante, un embarazo múltiple de alto riesgo y la opción de la reducción embrionaria. (En otra entrada hablaré sobre cómo afrontamos la decisión sobre la reducción embrionaria para aquellos a quienes les interese.) Nunca estamos lo suficientemente preparados para lo que la vida nos depara en cada momento, pero ahora sé que puedo confiar. Tanto si lograba el embarazo como si no era así, yo había comenzado a apreciar y vivir mi vida de otra manera, viviendo momento a momento, sintiéndome parte del ahora y disfrutando de cada instante.

En este momento estoy embarazada de 14 semanas y todo va bien. Para mí, este proceso y el conocer las prácticas de Mindfulness han sido vitales, me han transformado y estoy plenamente convencida que han ayudado a lograr mi embarazo. Nuestros pensamientos ejercen una función poderosa sobre nuestro cuerpo, y aunque científicamente todavía no podemos explicar exactamente como se produce esta simbiosis lo que la investigación está demostrando es que los pensamientos y emociones que generamos influyen directamente sobre nuestro sistema hormonal favoreciendo la aparición de enfermedades o por el contrario fortaleciendo nuestro sistema inmunológico y creando barreras contra el estrés.

Si deseas realizar alguna consulta puedes enviármela al correo: cienciaconconcienciaplena@gmail.com.

Mindfulness, Psicología Positiva

Mindfulness y Fertilidad

Fertilidad4El deseo de ser madre o padre, cada vez en mayor número de casos, se ve frustrado en algunas ocasiones por problemas de infertilidad. Cualquier persona que se enfrenta a un proceso de fertilidad atraviesa por una crisis de salud, no sólo del cuerpo, sino también del alma, de su propio ser.

Cada día la investigación nos demuestra que la mente y las emociones influyen en todas las funciones del cuerpo, también en las hormonas implicadas en la fertilidad y la concepción. Los estudios han demostrado que mujeres sometidas a tratamientos de fertilidad presentan niveles de ansiedad y depresión iguales a las mujeres que sufren cáncer o VHI.

Nuestra mente ocupa una fracción de nuestro cerebro, el resto se dedica a las funciones físicas de nuestro cuerpo, como la respiración, la circulación, la digestión, la producción de hormonas, el sistema inmune, etc. El cuerpo cambia momento a momento. Y la mente cambia incluso más rápido, los pensamientos, estados de ánimo y emociones impactan en la producción de hormonas. Por lo que la mente y el cuerpo están entrelazados, interconectados y se comunican entre sí todo el tiempo, es lo que se denomina Psiconeuroinmunología.

Fertilidad2Cada uno de nuestros pensamientos produce un mensaje químico que influye ya sea en el sistema inmune o en el sistema endocrino, este último juega un papel importante en la fertilidad, la concepción y el embarazo. La investigación en neurociencias está demostrando la conectividad de la mente y el cuerpo, cómo los pensamientos y las emociones influyen en la función del cuerpo y comportamientos, opciones y decisiones. Somos lo que comemos, sentimos y pensamos.

Afortunadamente, existe un modo en el que la mente y el cuerpo trabajan al unísono en un rendimiento óptimo, habitualmente los deportistas suelen practicarlo manteniendo una mente en calma pero centrada para obtener sus mejores resultados. Así que, del mismo modo que nuestras mentes juegan un papel activo en nuestro sufrimiento, activando pensamientos críticos automáticos acerca de nosotros mismos, sentimientos de frustración, etc., también puede desempeñar un papel activo en nuestra salud.

No podemos engañarnos, la infertilidad socava todos los supuestos que teníamos sobre nosotros mismos, cuestiona nuestro lugar en el mundo. Nuestros cerebros han sido condicionados a agarrar y aferrarse. Sin embargo este condicionamiento, que creemos que nos protege y nos ayuda, en realidad limita nuestra capacidad de vivir la vida plenamente. Nos aferramos a la idea de tener un bebé. Es un pensamiento poderoso, ya que implica que no podremos ser felices hasta que tengamos ese bebé. Nos aferramos al dolor de cada menstruación, cada aborto, al temor de usar material genético donado. Lo único que nos importa es lograr un embarazo y nuestra felicidad depende de ello.

No debemos sentirnos culpables por tener o haber tenido estos pensamientos, como seres humanos estamos condicionados a comprender culturalmente. Hemos sido entrenados para aferrarnos a nuestros sueños, para seguir luchando sin bajar la guardia ni atenuar el esfuerzo para conseguir aquello que queremos. Sin embargo, la realidad no podemos cambiarla por más que nos aferremos a una idea o un  deseo. El apego a esa idea a ese deseo de otra realidad distinta de la que es, es una fuente inagotable de sufrimiento. Este apego se basa en emociones como el miedo, miedo a no ser feliz si no tengo un hijo, a que mi matrimonio no sea lo suficientemente bueno, a que no me acepten por ser diferente, emociones como los celos, envidiamos a aquellos que sí han conseguido ser padres, a todos aquellos que emprenden el proyecto de la paternidad, etc. Este vaivén de emociones y pensamientos en nuestra mente es lo que se conoce como la mente de “mono” balanceándose a través de los árboles, llegando de un pensamiento a otro en nuestro deseo de controlar, gestionar y satisfacer nuestros deseos. Nunca es suficiente, es agotador.

Fertilidad5Pero como decía más arriba, podemos cultivar un proceso de aprendizaje y práctica de habilidades para una vida en atención plena. Está clínicamente probado que las técnicas basadas en Mindfulness pueden reducir los síntomas del estrés, la ansiedad y la depresión. Este tipo de técnicas se están utilizando para ayudar a individuos y parejas que luchan con problemas de fertilidad.

Uno de los anclajes que suele utilizarse en la práctica de la meditación Mindfulness es la respiración natural. A menudo el estrés de la infertilidad nos coloca en modo alerta roja bajo nivel crónico de estrés, la respiración natural es como poner el pie en el pedal del freno. Nuestro sistema nervioso se enfría, nuestros cuerpos funcionan con mayor facilidad y nuestra mente se calma. Esto nos permite ver más allá del velo de nuestros pensamientos y sentimientos automáticos. Mediante la observación, nos hacemos más conscientes y esto nos lleva a una realidad más profunda. Podemos cultivar esta conciencia indagando en nosotros mismos y centrándonos en la respiración.

A través de la práctica sostenida, la atención se convierte en un gran aliado, y combate la mente de “mono”. En lugar de ver las cosas en términos tan bimodales de “todo bien”, o “todo mal”, aprendemos a apreciar el espacio de en medio, prestando atención a lo que surge momento a momento. Soy consciente de lo difícil que es mantenerse en el momento presente, cuando lo que deseas siempre parece estar en el siguiente paso, la siguiente prueba de embarazo, o la siguiente menstruación. Es fácil quedar atrapado en lo que no funciona, en lo que no está sucediendo. Pero si te centras en el pasado o en el futuro, te pierdes en la vida, porque  la vida está ocurriendo ahora.

Fertilidad3Mindfulness ofrece la oportunidad de comenzar de nuevo. La meditación puede calmar la más profunda de las preocupaciones, ofreciendo un renovado sentido de bienestar. La meditación nos permite estar con nosotros mismos, tal y como somos.

Cuando honramos a nuestras experiencias, momento a momento, lo que antes era inconcebible a menudo se vuelve tolerable. Nos damos cuenta de que todo es temporal, incluyendo nuestro sufrimiento. Y simplemente al darnos cuenta, nuestros miedos se reducen, nuestros corazones se expanden y la empatía crece.

La meditación es una técnica muy potente para aprender a calmar la mente y comprender que la felicidad no depende de nada externo a nosotros mismos. Cuando comenzamos a practicarla, a menudo el contenido de nuestra mente parece turbulento y caótico, pero el simple hecho de seguir observando el caos comienza a cambiar nuestra mente. Estamos menos reactivos al estrés, el dolor y el sufrimiento. Detrás del deseo y la aversión encontramos una conciencia de que somos sensibles, flexibles, alegres, independientemente de lo que esté ocurriendo en nuestra vida.

Algunas mujeres temen que ser conscientes y empezar a meditar aminorará su deseo de tener un hijo y la búsqueda de éste. Pero esto no se produce, el deseo de tener un hijo sigue presente, únicamente se llega a la comprensión de que nuestra felicidad no depende de la consecución de la maternidad. Lo que permitimos es que nuestra mente se relaje y se expanda, pueda explorar, disfrutar y crear. Surgirán preguntas y respuestas difíciles que en este momento nos permitimos. Surgirá otra mirada en la que seguiremos buscando la paternidad pero donde el sufrimiento no dominará nuestra búsqueda, sino que la alegría y la esperanza se abrirán paso en la confianza de poder ser felices a pesar de no conseguirlo.

Ahora, te invito a que te detengas, cierres los ojos y lleves tu conciencia a la respiración. No cambies nada de tu respiración, simplemente céntrate en ella durante al menos diez respiraciones. Después comprueba cómo te sientes, pregúntate: “¿Cómo me siento ahora?”

 Bibliografía y enlaces de interés: