Mindfulness se ha definido como:
- “Es la consciencia que emerge a través de poner atención intencional, en el momento presente de manera no condenatoria, del flujo de la experiencia momento a momento” (Kabat-Zinn, 2003).
- “Es el mantenimiento de una consciencia viva a la realidad del momento presente” (Hanh, 1976).
- “Es el mantenimiento de una atención completa a la experiencia momento a momento” (Marlatt y Kristeller, 1999).
- “Es la acción de desarrollar y mantener un determinado tipo de atención especial a la experiencia presente, momento a momento, con una actitud de aceptación radical, libre de todo control y juicios de valor” (Mañas, 2007).
Como señala Germer (2004), y como se recoge en las anteriores definiciones, siempre hay una intención directa de centrarse en algo, y de volver a ello si por algún motivo se ha alejado, durante la práctica de Mindfulness.
Este carácter intencional es necesario porque necesitamos dirigir nuestra atención a un objeto, normalmente se utilizan la respiración, el cuerpo, o bien, algún mantra. Estos objetos nos ayudan a estabilizar nuestra atención e incluso a incrementar o potenciar su intensidad. Cuando logramos mantener nuestra atención focalizada desarrollamos la habilidad de permanecer ecuánimes ante cualquier experiencia o sensación que se presente, independientemente de que sea agradable o desagradable. Esto favorece la desidentificación de nuestros propios pensamientos o sentimientos, manteniéndonos atentos a lo que surja con aceptación plena.
Pero, ¿qué puede presentarse? Daniel Siegel (2007) distingue ocho posibles objetos de observación:
- La información procedente del mundo exterior a través de los cinco sentidos; vista, oído, tacto, olfato y gusto.
- La información procedente de nuestro propio cuerpo; cinestésica y propioceptiva
- La información procedente de la actividad mental; emociones, sentimientos y pensamientos.
Por tanto, la intención directa en cualquier caso, sería centrarse en uno de los objetos. Es decir, si decidimos centrar nuestra atención en nuestra respiración, debemos volver a ella cada vez que nuestra atención se desvíe con algún pensamiento, olor, dolor, etc., simplemente debemos observar, darnos cuenta, y volver de nuevo a la respiración.
¿Por qué esta práctica es importante? Porque el Mindfulness busca que la persona aprenda a centrase en lo que acontece en el momento presente, ya que esto tiene un efecto positivo al impedir las rumiaciones (Vallejo, 2006).
¿Qué ocurre cuando dirigimos intencionadamente nuestra atención en Mindfulness? Como apunta Vallejo (2006), da lugar a que se pongan en marcha diversos procesos conocidos en terapia de conducta que tienen efectos terapéuticos positivos. Esto sucede, de forma indirecta en la mayoría de los casos y mediante procedimientos comportamentales relativamente sencillos.
Shapiro y Schwartz (1999 y 2000) proponen que cuando intencionalmente se dirige la atención a lo que está sucediendo tal cual, se permite que las conexiones que posibilitan la regulación natural operen los cambios necesarios para asegurar el funcionamiento más saludable del organismo. El huir del malestar, de los síntomas, paliarlo mediante fármacos, drogas o cualesquiera otros procedimientos médicos o psicológicos puede impedir que los sistemas de regulación natural tengan suficiente información como para ejercer su control natural sobre ellos.
Gracias a esta intencionalidad en nuestra práctica nos mostramos abiertos a aceptar lo que es como es, aceptando que la experiencia sea integrada. Esta actitud permite que nuestro sistema de creencias vaya cambiando, la mente se aquiete y se torne más serena y tranquila.
Afortunadamente, Mindfulness es una habilidad, y por tanto, puede ser aprendida y entrenada.