Seguramente durante los días previos a la Navidad, este año como la mayoría de los anteriores, has estado pensando en qué regalos vas a hacer, qué ropa vas a ponerte, qué comida vas a preparar, con quién vas a tener que compartir la mesa… E incluso habrás leído consejos de todo tipo para afrontar todas esas vicisitudes. Te habrán aconsejado sobre los mejores perfumes, los looks más apropiados, las recetas más sabrosas e incluso habrás tomado un par de consejos sobre cómo afrontar situaciones sociales de alto riesgo. Sin embargo, ¿hacemos alguna reflexión sobre la naturaleza religiosa de estos días?
Yo te propongo que la hagas, fundamentalmente porque durante los últimos cuarenta años se ha estudiado como la Psicología y la Religión pueden ayudarnos a alcanzar la plenitud personal.
1. Psicología y Espiritualidad:
Seligman propone en su Teoría del Bienestar – PERMA, 24 fortalezas que nos ayudan a ser más felices, la número 24 es la denominada: Espiritualidad, fe o sentido religioso.
Para él, como para otros autores, la espiritualidad le da un sentido a nuestra vida, necesario para afrontar muchas de las situaciones que se nos presentan. Muchas de las personas que sufren gravemente reducen ese sufrimiento a una pregunta: ¿para qué seguir viviendo así?. El sufrimiento es el resultado de no saber el por qué ni la finalidad de esa situación. Victor Frankl dijo: “El ser humano no es destruido por el sufrimiento, sino por el sufrimiento sin significado”.
La espiritualidad está caracterizada por la capacidad de búsqueda de propósito y de sentido, de tener fe, de amar, y ser amado, de orar, de ver más allá de las circunstancias presentes, y permite a la persona elevarse por encima o trascender el sufrimiento.
Como dijo Aristóteles, somos como arqueros anhelando el blanco. Ese anhelo de excelencia, de búsqueda de felicidad, de belleza, de bondad, es lo que caracteriza a los seres humanos de todas las épocas y culturas.
Erich Fromm: “entiendo por religión un sistema de pensamiento y acción compartido por un grupo que le da al individuo un marco de orientación y un objeto de devoción.” Para él todos los seres humanos tienen la necesidad de sentir experiencias religiosas.
Carl Jung: “el sufrimiento y la muerte, como la mayor parte de los problemas importantes de la vida, son, fundamentalmente, insolubles […] Estos no pueden nunca ser solucionados, solo ser trascendidos”. Trascender es “atravesar” y “ascender”, pasar a través del dolor y descubrir un nuevo nivel de conciencia de uno mismo que antes desconocía y que ahora, gracias a eses “parto”, nace a una nueva visión de sí mismo y de la realidad
2. La experiencia espiritual
Intentar definir la experiencia espiritual es como intentar definir qué es la luna señalando con un dedo. Desde un punto de vista psicológico puede decirse que la experiencia espiritual es:
- La aspiración profunda e íntima del ser humano a una visión de la realidad que trasciende los límites de nuestros sentidos y nuestra experiencia (sufrimiento) y da sentido a nuestra vida y nuestra muerte.
- El dinamismo interno de las cosas y las personas que nos empuja a buscar autenticidad, plenitud, presencia, profundidad, sentido y perdurabilidad en lo que hacemos y vivimos.
En cuanto a la religión, significa re-ligar; volvernos a unir a nuestro origen (Dios). Los seguidores interpretan, comparten y construyen una comunidad. Los rituales y los textos sagrados son formas de acercarnos a esa experiencia. A lo largo de los siglos las religiones suelen desviarse una y otra vez de la visión originaria de sus fundadores. Con el fin de mantener su influencia, las religiones desarrollan una ideología pretendidamente incontestable para poder imponerla. Únicamente la mística, a pesar de todas las persecuciones, queda libre de la rigidez que afecta finalmente a todas las doctrinas y sus dogmas: la mística es el instrumento de renovación interior de toda religión (Willigis Jäger).
Scott Peck estudió el crecimiento espiritual de los seres humanos y lo entendió como “la voluntad de extender el propio ser con el propósito de cultivar el crecimiento espiritual propio o el de otro”. Identificó dos tradiciones en las que se basan las religiones:
- La doctrina de la emanencia: la gracia divina emana de un Dios externo a las personas.
- La doctrina de la inmanencia: la gracia divina es inmanente, está fuera de Dios, en el centro de cada persona, en el Ser.
Así cuando hablamos de un despertar de la experiencia espiritual, está asociado frecuentemente a ciertos momentos.
Todos podemos pensar cuándo nos hemos sentido inundados por un sentimiento de paz, de maravilla, de unión, de gratitud, etc. Cuando nos hemos enamorado, cuando hemos perdido a alguien muy querido, en momentos de gran sufrimiento, o relacionados con el arte, la naturaleza, la oración, etc. Estas experiencias son las que podríamos calificar de espirituales.
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